A usted le ha pasado. Son los que menos esperaba pero terminan siendo
los que más exigen y se quedan hasta el último, con una característica
de ‘huele moles’ de sentirse el alma de la fiesta, vacilándose a todos
en su casa y no saber cómo diablos decirles que se vayan porque a
ciencia cierta no sabe quién los trajo.
Hace mucho que algo así
sucede en las cámaras de diputados y senadores, donde las ve repletas de
gente por la cual a usted ni le preguntaron si quería invitar, pero
termina pagándole cada uno de sus pasos de baile, aunque muchas veces lo
pise y le duela más.
Por eso no extraña que con la propuesta
para reducir el número de legisladores plurinominales todos hayan
saltado como si les cerraran la barra libre, aunque no hay a pagado ni
cover.
Tal iniciativa para reducir 100 diputados y 32 senadores plurinominales
sería llevada a una consulta popular en las elecciones del próximo año y
como ya es costumbre, si es algo que propone el PRI entonces es
rechazado en automático por el PAN y el PRD. Y viceversa.
Fueron
precisamente los legisladores de la llamada oposición quienes más se
han manifestado en contra, pues consideran que se llegaría a un
retroceso en materia de equidad en el Congreso donde sin los
plurinominales habría mayorías aplastantes y ningún contrapeso.
Aunque
usted no lo crea, esta dinámica de tener más diputados y senadores de
los que usted mismo elige (300 por vía directa, 200 por vía
plurinominal) en las urnas obedece a un criterio que sería perfecto… si
no existieran el PRI, el PAN, el PRD y anexas.
Es decir, la idea es que se refleje el sentir del electorado que pudo
haber votado por cierto candidato en un estado, pero que por un voto
perdió, entonces esto significaría que 49% no se sentiría representado
por el candidato ganador, por lo que la suma de votos de ese partido,
hayan o no servido para ganar, se utilizará para tener un escaño de
representación proporcional.
Con una fórmula simple (que incluye
el volumen total de la votación nacional, los lugares disponibles y el
volumen de votos por partido) y con el requisito de haber tenido
candidatos en al menos 200 distritos y obtener al menos 2% de la
votación nacional, los partidos políticos pueden asegurar curules.
Por
poner un ejemplo, si en una elección votaron un total de 50 mil
personas, ese número se divide entre 200, que son los plurinominales
existentes; el resultado es 250, por lo que ahora se toma el número de
votos obtenidos por un partido y se divide con esta última cifra. Si un
partido X obtuvo 12 mil votos, entre 250, entonces tendrá como resultado
48 plazas plurinominales.
Decíamos que ese sistema sería perfecto, de no ser porque la experiencia
nos dice que en lugar de buscar un equilibrio de fuerzas, para lo único
que ha servido es para ver llegar al Congreso, con todo lo que implica
el lamentable fuero, a personajes que se han destacado más por sus
escándalos que por su labor legislativa. En otras palabras, sirven como
cuota de poder.
La defensa de los mismos plurinominales ante esta
posible amenaza es que es este grupo el más activo en las dos Cámaras. Y
eso es verdad, lo que deja peor parados a los legisladores que sí
fueron escogidos de forma directa, pero también muestra como a la hora
de las cosas importantes, son los mismos de siempre los que terminarán
tomando las decisiones, mientras el resto es básicamente un relleno a la
hora de votar.
Basta mirar la lista de quienes son plurinominales ahora para darse
cuenta de que, en términos prácticos, estos son los que en verdad
ejercen el poder (y tienen un establecido y lucratico modus vivendi) y
de alguna forma son incluso premios de consolación cuando en otros
ámbitos ya no destacaron. Así, tenemos en el senado por el PAN a Ernesto
Cordero (precandidato presidencial perdedor), Mariana Gómez del Campo,
Gabriela Cuevas, Luisa María Calderón (ex candidata al gobierno de
Michoacán).
Por el PRD los nombres son por todos conocidos, pero
destacan Miguel Brabosa, Dolores Padierna, quien prácticamente no ha
dejado de ocupar un puesto público en los últimos 20 años; e Iris Vianey
Mendoza, (de espaldas en la foto de arriba) a quien se le recuerda por
ser fanática del autorretrato y por estar involucrada en un escándalo
que la ligaba con miembros del cártel de los Caballeros Templarios.
Y por el PRI el caso más emblemático es el de Carlos Romero Deschamps, aunque también así llegaron los operadores estrella del gobierno de Peña Nieto, Emilio Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones, quien por cierto ha sido legislador desde la década de los 80, pasando de senador a diputado y al revés, siempre por la vía plurinominal.
El que el PRI esté atrás de esta propuesta podría tener gato encerrado, y
eso está en presentarla a través de una consulta popular, pues sabe que
en general, la gente se inclinaría en automático por tener menos
diputados y senadores, pero será la Suprema Corte quien determiné la
viabilidad y validez de este ejercicio que podría requerir una reforma
constitucional. Si se mira bien, con esto mataría dos pájaros de un
tiro, pues por un lado se quita de encima una de las ‘promesas’ de
campaña del Presidente sin que pase directamente por el Congreso,
mientras por el otro pone a parir chayotes a la Corte que tendrá tres
temas en busca de consulta al mismo tiempo: plurinominales, reforma
energética y salario mínimo. Si lo de los plurinominales no pasa,
entonces sentarían un precedente para que las demás tampoco lo hagan.
Aparte de esto, el PRI podría tener una mayoría aplastante ya sin
diputados de representación proporcional, lo que deja un gran dilema
sobre la viabilidad o no de esta propuesta, donde al parecer alguien
saldrá ganando de una u otra forma y ese alguien no es ninguno de
nosotros.
Lo cierto es que en el caso de los plurinominales se
han ganado a pulso el desprecio de la gente por una simple razón: si por
quienes votamos nos decepcionan, al menos nos sentimos responsables (y
medio tontos, aunque a veces llegamos a tontos completos), pero si nos
la aplican personas que llegaron de colados a la fiesta, eso lo único
que consigue es enojo acumulado a través de décadas, más cuando uno se
entera de sus bonos por hacer lo que se supone deberian hacer. Y como a
cualquier gorrón, solo esperamos el momento justo para sacarlo, aunque
no sepamos si saldrá más caro el caldo que las albóndigas.